Padre nuestro... de Santa Matilde libera multitud de almas del purgatorio
En Santa Matilde, comunicado un día por los muertos, Jesucristo apareció y le enseñó a recitar un Padre Nuestro para ellos de la siguiente manera. Después de esta oración, usted vio una gran multitud de almas ascendiendo al cielo
Padre nuestro que estás en los cielos: Humildemente te pedimos, oh Padre Misericordioso y Eterno, que perdones las almas arrepentidas recibidas por Ti mismo como Tus hijos, que en vida te rechazaron, no te amaron y no te honraron lo suficiente. En reparación y penitencia, te ofrecemos todo el amor y los actos divinos de tu Hijo más amado, Jesucristo nuestro Señor.
Santificado sea tu Nombre: Humildemente te pedimos, oh Padre Misericordioso y Eterno, que perdones a las almas arrepentidas que no glorifican tu Nombre, que lo pronuncian indigno o en vano. En reparación y penitencia, te ofrecemos todas las conversaciones con las que tu amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, te honró mientras estaba en esta tierra.
Ven a nosotros tu Reino: Te pedimos humildemente, oh Padre Misericordioso y Eterno, que perdones a las almas arrepentidas que no cuidaron de Tu Reino con amor vivo y deseo intenso, sino que se comprometieron a procurar riquezas en esta tierra. En reparación y penitencia, te ofrecemos la gran oferta que hizo tu amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, para que todas estas almas sean recibidas en tu reino.
Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo: Humildemente te pedimos, oh Padre Misericordioso y Eterno, que perdones a las almas arrepentidas que no hicieron tu voluntad, sino que obtuvieron la suya propia. En reparación y penitencia te ofrecemos el Sagrado Corazón de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo y su total adherencia a tu voluntad.
Danos hoy el pan nuestro de cada día, y perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, y no nos dejes caer en tentación; Humildemente te pedimos, oh Padre Eterno Misericordioso, que perdones a las almas arrepentidas que no han resistido las grandes tentaciones, por caer víctimas de mal y de destrucción. En reparación y penitencia, Te ofrecemos la Obediencia, la acción incansable, el sufrimiento incalculable y la muerte de tu amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
Pero líbranos del mal: Te pedimos humildemente, oh Padre Eterno Misericordioso, que perdones a las almas arrepentidas y que las juntes con nuestras almas, por los méritos de tu Hijo más amado, Nuestro Señor Jesucristo, en el Reino de tu Santidad, tu Reino, oh Santo de los Santos. Amén.
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