Puedo Llegar Tarde a La Santa Misa

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¿PUEDO LLEGAR TARDE A MISA? El Catecismo señala en su punto 2042 que hay una obligación importante para el cristiano católico: “Oír Misa ENTERA los domingos y demás fiestas de precepto”. No sólo es el tercer mandamiento de la ley de Dios, sino que es el primer precepto o ley de la Iglesia. Es importante que nos quedemos con estas palabras: “MISA ENTERA”. Debemos participar de la misa completa los domingos y las fiestas de guardar. Falta a este mandamiento también quien llega tarde a misa. Si se llega tarde, la misa no vale. ¿Qué no decir de la persona a la que regularmente y/o por costumbre le gusta llegar tarde a misa? Tener el hábito de llegar tarde es sinónimo también de despreocupación y la persona es culpable de acedia. Se denomina propiamente acedia o acidia a la pereza en el plano espiritual y religioso y esto ya es pecado muy grave y en estas circunstancias, antes de comulgar la persona se debería confesar.    Mientras haya pecados mortales o graves no se puede comulga...

Jueves De Corpus Christi, Solemnidad del Cuerpo y La Sangre de Cristo,

Texto del Evangelio (Mt 5,20-26): 

Lectura del santo evangelio segun san Mateo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. »Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano «imbécil», será reo ante el Sanedrín; y el que le llame «renegado», será reo de la gehenna de fuego.

»Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».

Palabra del Señor.

Reflexión:
“El que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal.” (Mateo 5, 22) 

Sin duda el Señor sorprendió a sus oyentes al interpretar la ley de Moisés. Para él, la cólera, los insultos y las rencillas no tienen cabida en el corazón del creyente. ¿Por qué daba tanta importancia a las relaciones humanas? Porque somos hijos del mismo Padre y hermanos los unos de los otros, de manera que estamos tan firmemente vinculados entre todos que cualquier quebrantamiento de la unidad produce graves daños en el Cuerpo de Cristo. 

Los cristianos hemos de preservar y fortalecer la unidad del Cuerpo. Este desafío se extiende a todas las relaciones personales; por ejemplo, ¿cómo te llevas tú con tus familiares y parientes, con tus vecinos y compañeros de trabajo, sean o no católicos o cristianos? ¿Te muestras amable con ellos? ¿Los tratas con respeto y sin hacer diferencias? ¿Te preocupas de los necesitados, especialmente los pobres y los solitarios? 

En el Cuerpo de Cristo, todos estamos tan unidos que cualquier pecado que se cometa tiene consecuencias no sólo para el causante, sino para todos. ¡Nuestra unidad es parte integral de la vida en Cristo! En efecto, sólo podemos ser partícipes de la vida de la Santísima Trinidad en la medida en que estemos firmemente unidos los unos a los otros. Este es el plan que el Padre tiene para nosotros. Cuando pecamos contra algún hermano o contra Dios, nos separamos del Cuerpo y esto es precisamente lo que desea Satanás. Por eso el perdón y la reconciliación son tan importantes. 

¡Mantengamos la unidad cristiana a toda costa! Así encontraremos alegría y paz. Sucede frecuentemente que la arrogancia y la terquedad nos impiden actuar con amor y paciencia para que una amistad no se destruya. En efecto, debemos aprender a confiar en que Dios nos ayudará a ver las situaciones con nuevos ojos, especialmente las relaciones personales. Pidámosle al Señor que nos muestre qué podemos hacer para ser instrumentos de reconciliación y no de división. Incluso, si la reconciliación resulta imposible de lograr, al menos podemos renunciar al rencor y pedirle al Señor que nos ayude a perdonar de verdad a quien nos haya herido o perjudicado. 

HORACION

“Espíritu Santo, Señor mío, infunde en mí el deseo de fomentar la unidad con mis hermanos. Une a todos los cristianos en una sola familia y crea lazos de amor que jamás se rompan. Amén.”

Dios te bendice en este jueves.

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